lunes, 21 de septiembre de 2009

Chapar es para cabros o La revolución del beso

Estas semanas he estado bastante ocupado, así que no he podido mantener mi ritmo. Pero hace poco recordé un encuentro de hace unos años, fantasma de la Navidad pasada o algo así.

Estaba con un grupo de amigos a quien veo poco, vecinos de la infancia. Habían convergido coincidentemente conocidos suyos, chicas, etc. en una reunión como pocas desde que crecimos y tomamos distintos rumbos. Y había un conocido...de esos.

Conversábamos entre todos, la conversaciones fluían de un tema a otro; por ratos nos separábamos en grupos. Seguíamos conversando y un pata me hablaba cada vez más. Yo estaba convencido que estaba verídicamente interesado en mi trabajo como consultor en esa época, o que quería contratarme para algún proyecto, hasta que luego de unas horas me invitó a conocer la oficina de su papá, donde él practicaba. Era totalmente “caleta”, que le dicen. A las 2am, so pretexto me jalaba a mi casa, fugamos.

Era un poco más bajo que yo, trigueño. Delgado pero fuerte, espaldón. Guapo. Entramos a la oficina por una puerta que daba a un pasadizo y luego a un espacio abierto y escaleras para subir a los pisos superiores. Me dijo que no podíamos hacer ruido, que en algunos otros departamentos vivía gente, entre ellas una viejita chismosa.

Sentados en dos sillones de cuero me comenzó a mostrar la pequeña colección de videos y fotos porno que llevaba en su USB. Me dijo que tenía algunas más; yo le dije que mi selección estaba mucho mejor surtida. Comenzamos a desnudarnos el uno al otro y al acercar mi cara a sus labios, los suyos, suaves y delgados, partidos en media sonrisa repentinamente pronunciaron (agarrándome los hombros):

-¿Qué haces?
Eh......
-Yo no beso hombres.
...?
-Sólo beso a mujeres. No me enamoro de hombres.
...........?

Claro que se estaba adelantando un poco, o me vio cara de desubicado. Me pareció graciosa la idea de poder enamorarse después conversar y tocarse las los hombros y tetillas descubiertas y me reí. Creo que se puso a la defensiva.

¿Y qué era el amor para él?
-Proteger a mi mujer, cuidarla. Las chicas son frágiles, delicadas, por eso me enamoro.

Arguyí que el amor debería ser compartido por dos partes iguales, pero no era el público apropiado--el temor a llevar una vida completa homosexual horroriza a los “bisexuales” (más sobre esto en otro post), quienes justifican sus encuentros sexuales como “vacilones” o “huevadas”. Es muy 90s, pero supongo que ya entraremos en esa etapa retro, cuando los 80 lentamente pasen al olvido.

Tal vez traicioné mis convicciones al permitir que la arrechura gane: igual atraqué a chuparle la pinga y sendas amenidades. No la tenía muy grande...al final me vendí por unas 14 monedas a lo más. Sólo llegué a robarle un par de picos mientras él jadeaba durante la sesión.

Desde entonces he encontrado a uno o dos de esos que “no besan” y me he deshecho de ellos acto seguido. Al parecer, besarse entre hombres atenta no sólo contra las buenas costumbres, sino contra el sentido común del “bisexual”. Es la frontera final. Para mí representa otro tipo de frontera. Me indica si quiero seguir viendo al chico o si ésta es sólo una noche, o si ha chupado demasiado (alcohol, entre otras cosas), o si se lava los dientes frecuentemente. Es un hito, definitivamente y a mí me encanta besar, acaloradamente, desfachatadamente, con concha. O bueno, sin concha.

***

Tal vez esta historia haya echado leña al fuego. Es decir, sabiendo que es un acto tan controvertido, ¡a imponerlo!

La revolución comienza con un beso (gay).

lunes, 7 de septiembre de 2009

Breve pero pecOso o Nadie nos quita lo revolcado

Hoy fui a un sauna de esos, que se dice. No había pasado por ahí desde abril, cuando las cosas se enfriaron con el último chico con el que me veía (parece que de salir no soy mucho...). Por lo general me gusta el ambiente: exhibicionismo, sexualidad, códigos silenciosos y claro, harto calato. Muchas veces son hombres que tienen problemas encontrando a alguien con quien transar, algunos que asisten para saciar ansias lejos de cualquier círculo que frecuenten y otros que simplemente les gusta la cochinada. Yo tengo algo de los tres.

La primera vez que fui, a penas conseguí, tembleque y sudado, entregarle el dinero al de la recepción, sorprendido y acelerado mientras me explicaba cómo funcionaba todo. Ahora ya en mi 6ta vez, yendo por mi tercer año, ingresé como Pedro por su casa.

En el cambiador se siente la tensión, las miradas furtivas, los penes descubiertos. Camino por los diferentes ambientes, recostándome en las salas de vapor o sauna seco, abriendo mi toalla--lo único que nos cubre, como alguna especie de uniforme--casi desnudando los muslos completamente, ocultando sólo mi miembro, el cual tiende a erectarse con la sola presencia de más de 3 hombres. Exhibicionista pues, lo asumo.

Entre paseo y paseo--el día estaba lento--encontré un candidato. Entré en una cabina donde yacía plácidamente un osenzo de labios carnosos. No hubo conversación, de frente al grano (para mayores detalles, contactarme directamente). Hubo un poco de todo, aunque digamos que él tenía tendencias más serviciales.

Mucha gente asume que ir a un sauna significa simplemente llenar hoyos, soltar chicle. Y aunque ése es el objetivo final, en mi experiencia, también es un espacio en el que se puede crear una fugaz comunidad de a dos (a veces de más). Pero las dos partes tienen que poner de su parte, como en cualquier relación.

Para que el sexo sea realmente saciante, creo yo, no puede ser sólo mete y saca, o masturbación con orificios ajenos; tiene que haber comunicación. Al entrelazarse los cuerpos ya se crea un espacio de intimidad, donde se comparte uno de las experiencias corporales más intensas que existe, como dejar que se derrita en la boca un mordizco de alguna jugosa fruta. Sólo que una fruta no comparte el momento contigo. Pero en el sexo, aún anónimo y de una noche sólo, se puede dar tanto placer como se experimenta.

Cachar en un sauna no tiene por qué ser puramente egoísta. No tiene que ser utilitario, ni automático. Puede ser cálido, puede tener abrazos, risas, como si por unos instantes tú y él se conociesen desde hace mucho. Como homosexuales tenemos sobre todo (a veces únicamente) el sexo en común. Y de lo común se forma la comunidad.

*****
Las duchas nunca tienen agua caliente, así que como mejor puedo me lavo el sudor y demás. Llego a casa y me doy una ducha de adeveras, relajando aún más los músculos ya sueltos luego del calor del sauna y el sexo. Salgo a entrenar, cambiando caricias y chupadas por bloqueos y rodillazos.